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Paso a Paso
“A Pipo, quien, una tarde, a los dieciséis años, en un bar, me mostró sus ojos repletos de poesía sellando la amistad”. Vuelvan a leer esta dedicatoria; dice mucho. Entren luego como a un mar revuelto al poemario de Daniel Viola, una exploración hacia el mundo en que las emociones se hacen lenguaje y el lenguaje se hace emoción. Para avanzar no hay modo de empleo; olas de emociones y olas de lenguaje van marcando el ritmo. No hay orden de lectura a respetar: cada lector trazará su propio sendero, cosechará sus luces.
“La infancia es un territorio donde los años no cuentan”.
“La mañana se anuncia mientras un niño la llora”.
El poeta pronuncia el mundo, el poema se acerca a la verdad.
“El silencio no contuvo el beso.
No se pueden cercar dieciocho años”.
“Esa luna va menguando como los días mis ojos”.
Daniel Viola nos enseña a recorrer la vida en poesía.
“Se es joven cuando el sol se mantiene en el cuerpo
y aun no se ha lidiado con los muertos”.
Nos habla de amor como sustento de la vida.
“Quien ve tus ojos descubre un color de lo posible”.
“No hay eco en el sonido que no sea presente.
Será este el instante que hace te ame”.
No esquiva poner palabras a virus y pestes que nos castigan:
“Esta vez no acudieron a acusar a la juventud perdida,
que, aun portando barbijos, continuó creando besos”.
Entrad a este oleaje de poemas, ejercicio más que saludable en los tiempos borrascosos que vivimos.
José Muchnik.