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Este libro encierra manuscritos, apuntes, anotaciones, citas, fotografías: en suma todo lo que Roland Barthes colocaba sobre la mesa de su seminario en el Collège de France. Pero no sólo eso, sino también deslumbrantes fragmentos de prosa barthesiana, que muestran el modo en que su voz pasaba de lo escrito a lo dicho. "Voy a hacer como si fuera a escribir una novela", dice Barthes, y organiza sus notas de clase como instrucciones dirigidas, en primer lugar, a sí mismo. En efecto, sus seminarios de 1978-1980 son un juego serio de simulación. La escritura de una novela implica, para un ensayista que, como él, ama el fragmento, el pasaje de la Forma corta a la Forma larga. El territorio elegido para materializar el pasaje es el del haiku, ese poema japonés brevísimo que debe despertar en sus lectores la convicción de que lo que se describe "así fue". Un clic, dice Barthes, una iluminación, un satori. En LA PREPARACIÓN DE LA NOVELA, el haiku toma el lugar de las anotaciones del novelista futuro, de aquello que se capta del instante y se lo registra en la libreta de apuntes a la espera de su oportunidad. El haiku es la "aparición brusca del referente", una "rasgadura insignificante sobre una gran superficie vacía", una especie de maravillosa contranovela. Entonces, la gran pregunta es: ¿qué hacer para que "prenda" como gajo de un relato largo? Una respuesta se encuentra en lo que, sin ironía, Barthes llamo el Método: la disciplina estética y social en la vida del novelista. Proust, Kafka, Flaubert, Mallarmé supieron mucho de eso, y Barthes los lee con la curiosidad y la indiscreción de un etnógrafo que estudia los costumbres que hacen posible una escritura literaria. En medio también están, junto a las de otras, sus manías de escritor, sus supersticiones respecto de lugares, de papeles, de objetos, la disposición del espacio material donde la Forma larga podrá finalmente "prender". Así, la novela futura es pensada como una forma de vida, en una escena donde se despliegan los modos de ser Barthes.